¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

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domingo, 9 de diciembre de 2018

349. A MIS QUERIDAS TALLERISTAS, LAS ENHEDUANNAS MORTERENSES




"Escribir es como parir, dar nacimiento, concebir el mundo" Enheduanna

Al principio, el silencio del tiempo.

Luego, la respiración del viento,
el runrún del agua entre las piedras,
el canto de los pájaros,
de la lluvia, de los grillos
y el rugido de las fieras.

Después, germinó la palabra
y en la lengua se hizo voz,
grito, habla, rezo y canto.
Nombró las cosas y los dioses,
el amor y el odio, la paz y la guerra.
Entonces, al calor del fuego
se hilaron historias
y entretejieron el canto con la danza.
La palabra ebria de música
se hizo verso, canción y poema.

Ahora, a nosotras, sacerdotisas del siglo XXI,
nos convocó la palidez de la Luna
y el clamor del agua tras el cristal
para conjurar la ilusión de un sueño:
desnudar memorias por las grietas del olvido
y ciegas de silencio, iluminar palabras
sobre el regazo del papel que espera.
Marta Alicia Pereyra, Morteros, 06-12-2018


Nota: ENHEDUANNA hija del rey Sargón (2335 a. C. - 2380 a. C.) fue la alta sacerdotisa de la Luna. Esta princesa acadia es la primera autora de la literatura universal. Edehuana vivió en el reino donde se inventó la escritura, ahora llamado Irak, y ella fue la primera mujer que firmó sus palabras, y fue también la primera mujer que dictó leyes, y fue astrónoma, sabia en estrellas, y sufrió pena de exilio, y escribiendo cantó a la diosa Inanna, la Luna, su protectora. Ampliar en nuestro blog: https://tallerliterariodespertares.blogspot.com/

lunes, 3 de diciembre de 2018

348. Enheduanna, la primera escritora de la Historia (2285-2250 a.d.C.)

El "Disco de Enheduanna" en el Museo Penn 
(Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pennsylvania) en Filadelfia.


El primer autor conocido de una obra de arte era poeta, y era una mujer, y era aristócrata y alto cargo de su gobierno. Hace cerca de 4300 años. Antes de ella hubo creadores, pero ella es la Primera Autora de que tenemos noticia: la más remota asociación que conocemos entre una obra y una persona concreta, de existencia probada, con una vida y una historia propias: Enheduanna, la Primera Autora.
Su existencia histórica está demostrada por un disco de alabastro hallado en la zona más secreta del templo de Nanna en Ur (mostrado arriba), y por otras piezas de joyería.


Desde el inicio de la Historia nos llega el grito de angustia de Enheduanna, dando testimonio de aquellos tiempos infaustos con la belleza de su poesía.

«Yo, la que alguna vez se sentó triunfante, fui arrojada del santuario. 
Como una golondrina me hizo volar por la ventana, y mi vida se ha consumido. 
Él me hizo caminar entre las breñas de la montaña. 
Él me arrancó la corona apropiada de la alta sacerdotisa, 
Y me dio daga y espada — “esto es más para ti” — me dijo.»

Enheduanna, Alta Sacerdotisa de Ur, Sumeria, 2280 a.de C.

(Itahisa de Atlantis, Interludio entre la Parte Cuatro y la Parte Intermedia)



ENHEDUANNA, La primera autora de la historia de la literatura
Su existencia como personaje histórico está bien documentada. Los escritos de Enheduanna, posiblemente son los más antiguos de la Historia. A finales del IV milenio a.C., los sumerios comenzaron a escribir su idioma mediante ideogramas, que representaban palabras y objetos. Hacia 2600 a.C., los símbolos pictográficos ya se diferenciaban claramente del ideograma original. En el templo de E-anna en Uruk, donde se adoraba a la diosa Inanna, fueron hallados los primeros vestigios de escritura. A medida que cientos de miles de tablillas se fueron desenterrando y traduciendo iba surgiendo un nuevo mundo intelectual. En estas tablillas se reflejaba todo el quehacer, sentir y pensar de los pueblos que habitaron Mesopotamia. 
Enheduanna, la primera autora conocida de la historia de la literatura, vivió tan sólo 300 años después de que se desarrollara la escritura en Sumer. Fue nombrada por su padre, el rey Sargón de Acad, suma sacerdotisa del dios de la luna, Nanna, y de la diosa-madre Inanna, cuyo Descenso a los Infiernos es el tema principal del Himno que le dedicó, y que nos ha llegado a nosotros, 4.300 años más tarde. La princesa fue educada en la corte con refinamiento y, posiblemente, iniciada en los Misterios en las escuelas sacerdotales que existían entorno a los zigurats, las torres de Babel. Investigadores de la historia e idioma sumerios tradujeron los poemas compuestos por la poetisa. Himnos sagrados, cantados o recitados, se convertirían en puente para elevar el alma hasta ponerla en contacto con el más allá, con lo superior. En ellos expresaba su admiración e irritación hacia la diosa Inanna. Asumió el papel activo en cultos, mitos y ceremonias vinculados con fiestas consagradas a la diosa-madre, vinculando los atributos femeninos con otros que hacen propicia la abundancia y la prosperidad por medio de la exaltación erótica. 
A través de sus escritos se convierte también en la primera cronista, narrando el derrocamiento de su padre por parte de Lugalzagesi y el destierro de la familia real. Enheduanna presenció otros acontecimientos no menos terribles, como el asesinato de su hermano y su tío, sucesores de su padre en el trono; así como un terremoto que sepultó el reino. Es poco lo que se sabe de ella pero, a través de sus himnos y poemas, podemos vislumbrar una mujer con una gran personalidad.



Enheduanna vivió hace 4300 años

Enheduanna o Enkheduanna (2285–2250 a. C.)  fue una «poetisa y escritora» acadia, considerada la autora más antigua conocida y una de las primeras mujeres en la historia cuyo nombre se tiene identificación. Ostentó el importante cargo, político-religioso, de «Suma Sacerdotisa » en el templo del dios Nannar (la Luna) .​ Se trataba de una princesa , hija del Rey Sargón I de Acad, vivió en la ciudad-estado de Ur , en el sur de la región de sumeria.

Su nombre - que en realidad no era «un nombre» , sino un título - se ha transliterado como Enheduanna , En-hedu-ana o En Hedu Anna ,​ puede tener diversas interpretaciones.

-"En" era el título designado para el gran sacerdote o sacerdotisa de Ur, en idioma sumerio "Hedu" significa adorno, y “An” significa cielo, el nombre dado a ella al asumir como sacerdotisa, "Heduanna", significa adorno del cielo, de manera que se traduce literalmente «la alta sacerdotisa, adorno del cielo».
-Como “An” también era el dios del cielo, el nombre se ha tomado entonces como «la alta sacerdotisa de An (dios del cielo)».
-"Heduanna" (adorno del cielo) es un epíteto poético que señalaba la belleza de la Luna en el cielo, interpretándose en referencia indirecta a la Luna «la alta sacerdotisa del adorno del cielo», o en directa referencia a la Luna «la alta sacerdotisa de la Luna».
-Existen otras interpretaciones. No se conoce su nombre de nacimiento.

Vida

Es la primera mujer de la historia que se conoce que detentó el título de "Sacerdotisa En", un papel de gran importancia política que a menudo llevaron las hijas de la familia real​ que dominaba en Mesopotamia; como Enmenanna, hija de Naram-Sin de Akkad, hasta la hija de Nabonid, rey de Babilonia en el siglo VII a. C.


Enheduanna era tía del rey acadio Naram-Sin y fue una de las primeras mujeres de la historia cuyo nombre se conoce. Fue nombrada por su padre, el rey Sargón de Acad  como suma sacerdotisa de Nanna o Nannar, el dios-Luna sumerio, una de las mayores divinidades del panteón mesopotámico, en Ur, durante el III milenio a. C.​ Su madre fue la reina Tashlultum.

Su nombramiento se considera un atrevido movimiento político por parte de Sargón para ayudar a cimentar el poder en el sur de Sumeria donde se encontraba la ciudad de Ur.

Continuó en el cargo durante el reinado de Rimush, su hermano. Fue durante el reinado de Rimush cuando se implicó en alguna forma de agitación política, expulsada, y luego eventualmente reinstaurada como suma sacerdotisa. Su composición Exaltación de Inanna o ‘nin me sar2-ra’​ detalla su expulsión de Ur y su eventual reinstauración (Franke 1995: 835). Esto se relaciona con "La maldición de Acad"​ en la que Naram-Sin, bajo quien es posible también que Enheduanna sirviera, es maldecido y desterrado por Enlil. Tras su muerte, Enheduanna siguió siendo recordada como una figura importante, quizá incluso obteniendo un estatus semi-divino.

Su existencia como personaje histórico se encuentra bien establecida. Está el disco de alabastro con su nombre y su imagen, obtenido en la excavación de Gipar en Ur, que era la residencia principal de la Sacerdotisa En. Se encontró en los niveles Isin-Larsa (h. 2000–1800 a. C.) del Giparu junto con una estatua de la Sacerdotisa En Enannatumma. Y documentos históricos escritos indican que era hija del rey Sargón de Acad, el primer gobernante que unió el norte y el sur de Mesopotamia.

Se obtuvieron dos sellos con su nombre, pertenecientes a sus sirvientes y que datan del periodo sargónida, al excavar el Cementerio real en Ur.

Se hicieron muchas copias de la obra de Enheduanna, muchas de ellas con fecha de cientos de años posteriores a su muerte, y se mantuvieron en Nippur, Ur y posiblemente Lagash junto con inscripciones reales que indican que eran de alto valor, quizá igual a las inscripciones de reyes (Westenholz 1989:540).

Su obra literaria

Los eruditos en historia y literarios la consideran como posiblemente la autora y poetisa más antigua cuyo nombre se conoce , debido a que en sus poemas y demás trabajos escritos en cuneiforme sobre tablillas de barro, Enheduanna colocaba su nombre. Escribió los primeros textos que se pueden atribuir a la historia de la literatura autoral. Es también la única mujer entre los grandes autores de la literatura mesopotámica. Sus temas son religiosos: himnos al dios Nannar (dios de la Luna) y a su templo de Ur, mas también a la diosa Inanna, protectora de la dinastía de Akkad.

Enheduanna compuso 42 himnos dirigidos a templos de todo Sumer y Acad incluyendo Eridu, Sippar y Esnunna.​ Los textos se han reconstruido a partir de 37 tabletas de Ur y Nippur, la mayor parte de las cuales datan de los periodos Ur III y Viejo Babilonio (Sjöberg y Bergman 1969:6–7). Esta colección se conoce generalmente como 'Los himnos de los templos sumerios'. Los himnos de templos fueron la primera colección de su clase; en ellos Enheduanna afirma: “Rey mío, algo se ha creado que nadie ha creado antes.”​ La copia de los himnos indica que estos himnos de templos se usaron mucho tiempo después de la muerte de Enheduanna y se tenían en alta estima. Los "Himnos del templo sumerio" están considerados como uno de los primeros intentos de una teología sistemática.

Su otra obra famosa es la Exaltación de Inanna​ o 'Nin-Me-Sar-Ra'​ que es una devoción personal a la diosa Inanna y también detalles de la expulsión de Enheduanna de Ur.

Además, eruditos como Hallo y Van Dijk, sugieren que ciertos textos no atribuidos a la misma podrían ser también obra suya.

La autoridad de Enheduanna suscita el tema de la educación femenina en la antigua Mesopotamia. Se conoce que esposas de los reyes encargaron poesía o, quizá, la compusieron ellas mismas​ y a la diosa Nindaba se atribuye actuar como escriba. Como Leick señala "hasta cierto punto los epítetos descriptivos de diosas mesopotámicas revelan la percepción cultural de las mujeres y su papel en la sociedad antigua".​

Lista de composiciones de Enheduanna

-Nin-me-sara, "La exaltación de Inanna", 153 versos, editado y traducido primero por Hallo y van Dijk (1968), más tarde por Annette Zgoll (1997) en alemán. Los primeros 65 versos se dirigen a la diosa con una serie de epítetos, comparándola con An, el dios supremo del panteón. Luego En-hedu-ana, hablando en primera persona expresa su infelicidad por estar exiliada del templo y las ciudades de Ur y Uruk. En-hedu-ana pide la intercesión de Nanna. Los versos 122–135 recitan atributos divinos de Inanna.
-In-nin sa-gur-ra (nombrada por incipit), 274 versos (incompleto), editado por Sjoberg (1976) usando 29 fragmentos.
-In-nin me-hus-a, "Inanna y Ebih", primero traducido por Limet (1969)
-Los himnos del templo, editados por Sjoberg y Bergmann (1969): 42 himnos de longitud variada, dirigidas a los templos.
-Himno a Nanna, editado por Westenholz

La mayor parte de la obra de Enheduanna está disponible en traducción en el Electronic Text Corpus of Sumerian Literature ("Cuerpo de texto electrónico de literatura sumeria"). También ha sido traducido y compilado en una narración unificada por el erudito sumerio Samuel Noah Kramer y la poetisa Diane Wolkstein. Su versión, publicada bajo el título Inanna, Queen of Heaven and Earth: Her Stories and Hymns from Sumer, fue publicada por Harper Perennial en 1983.

Westenholz editó otro himno fragmentario dedicado a En-hedu-ana, aparentemente por un compositor anónimo, indicando su apoteosis, convirtiéndose en una deidad tras su muerte.

En la cultura moderna

La autora de Minesota Cass Dalglish ha publicado una adaptación poética contemporánea de Nin-me-sar-ra.​ La analista jungiana Betty De Shong Meador ha traducido obras de Enheduanna y escrito dos libros sobre el tema, Inanna: Lady of Largest Heart​ and Princess, priestess, poet: the Sumerian temple hymns of Enheduanna.​ La poetisa Diane Wolkstein, con el erudito sumerio Samuel Noah Kramer, compiló los poemas de Enheduanna en un poema épico unificado, Inanna: Queen of Heaven and Earth,.​ La versión de Wolkstein a su vez inspiró otras varias obras poéticas: Queen of Swords de Judy Grahn,​ The Descent of Alette de Alice Notley,​ y Among the Goddesses de Annie Finch.​


En el libro "Los hijos de los días" de Eduardo Galeano, se hace referencia a Enheduanna en la página 399:

"Edehuana vivió en el reino donde se inventó la escritura, ahora llamado Irak, y ella fue la primera escritora, la primera mujer que firmó sus palabras, y fue también la primera mujer que dictó leyes, y fue astrónoma, sabia en estrellas, y sufrió pena de exilio,
y escribiendo cantó a la diosa Inanna, la luna, su protectora, y celebró la dicha de escribir, que es una fiesta, como parir, dar nacimiento, concebir el mundo."

https://blog.rtve.es/retiario/2013/04/enheduanna-la-primera-escritora-de-la-historia.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Enheduanna

https://itahisa.info/2013/05/21/la-mujer-inicio-historia/

https://itahisa.info/2013/05/21/la-mujer-inicio-historia/


Notas:
+Un íncipit (del latín incipit, ‘empieza’)1​ son las primeras palabras de un texto o documento, pudiendo contener el nombre del autor o detalles sobre su producción.
Siguiendo una tradición hebrea que se retoma en el cristianismo, el íncipit da su título al documento. La palabra opuesta complementaria a incipit es éxcipit.
En hebreo, los libros de la Biblia son designados por su íncipit. Por ejemplo, el primer libro se llama Bereshit, "en el comienzo", es decir, a partir de la primera palabra de la Biblia: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra ..."
Su uso lo toma el cristianismo. Así el íncipit señala las primeras palabras de una oración griega o latina, cantada o no. A menudo, estas palabras son tomadas por título. Se designa así, por ejemplo, el Kyrie, el Agnus Dei, el Gloria (íncipit: Gloria in excelsis deo), el Magnificat, la Salve Regina, la Victimae paschali laudes y muchos otros textos de la liturgia católica.
Las bulas pontificales y encíclicas llevan también el nombre de sus primeras palabras en latín, por ejemplo, Pacem in Terris.
Los manuscritos también son designados por sus íncipit.

+Apoteosis (palabra griega que significa contarse entre los dioses, divinizar, deificar; apo: idea de intensidad; theo: Dios; osis: formación, impulsión) se llamaba a una ceremonia que hacían los antiguos para colocar en el número de los dioses o héroes a los emperadores, emperatrices u otros mortales. Por extensión, se habla de apoteosis cuando se ensalza exageradamente a alguien con alabanzas y honores. Actualmente, en el uso ordinario, se aplica a la escena espectacular con que concluyen algunas funciones teatrales, normalmente de géneros ligeros; y por extensión, a toda manifestación de gran entusiasmo que tiene lugar en algún momento de una celebración o acto colectivo.
Esta voz tiene el mismo sentido entre los griegos, que el divus entre los latinos. El origen de la apoteosis se remonta casi al de la idolatría -gr. eidolon: imagen, figura latreia: adoración. Esta ceremonia, originaria de Oriente, de donde pasó a los griegos y después a los romanos, estaba fundada en la opinión de Pitágoras tomada de los caldeos, de que los hombres virtuosos serían colocados después de su muerte en la clase de los dioses. La apoteosis estuvo en uso entre los asirios, los persas, los egipcios, los griegos y los romanos.

+ Pero aunque su advocación oficial era Nanna la pasión de Enheduanna claramente era su hija en el panteón mesopotámico: Inanna, diosa de la guerra y del amor, reina de la primavera/verano, resucitada de entre los muertos tras bajar al Inframundo a enfrentarse con su némesis y casada con Dumuzi, rey del otoño/invierno. Asociada con el planeta Venus, es la posterior Ishtar, y se la identifica con la Afrodita griega y la Astarté fenicia, y a través de ellas con la Venus romana la Diosa Madre por excelencia, cuya mitología es clave en la creación de la virgen María cristiana. Inanna no sólo reinaba sobre la guerra y el amor (que no el matrimonio), sino que mediante un subterfugio (emborrachándolo) había conseguido robar al poderoso dios Enki los ‘Me’, las invariables reglas de conducta necesarias para la civilización humana; los algoritmos del comportamiento más avanzado, como los oficios del pastor, el herrero o el escriba, las dignidades de los sacerdotes, las historias del descenso y ascenso del Inframundo o la narración del diluvio. Adoptaba así las características de Prometeo, robando aspectos vitales de la civilización a los mismos dioses para dárselos a los humanos. Simbólicamente la igualdad o incluso preeminencia de Inanna frente a su padre Nanna-Sin representaba el derecho de los Acadios a gobernar a los Sumerios en pie de igualdad.

https://www.labrujulaverde.com/2017/11/enheduanna-la-sacerdotisa-acadia-considerada-la-primera-escritora-conocida

http://enheduannaur.blogspot.com/

http://www.anamariapantoja.com/enheduanna-princesa-sacerdotisa-y-poeta-por-carmen-gonzalez/

domingo, 25 de noviembre de 2018

347. PARECE QUE VA A LLOVER...


   Amaneció muy calma la campiña, no hay ni una mínima brisa que se escurra entre el follaje. Hace calor, a las seis, hora en que doña Pancha sale a alimentar a sus patos y gallinitas, el termómetro enganchado el  tiento, colgado en uno de los troncos sostén de la enramada,  marcaba 26º, mucho calor para un amanecer primaveral. Entre las aves del gallinero, moviéndose cansinamente, doña Pancha otea  el horizonte, hacia el este, negros nubarrones se elevan amortajando al naciente sol, humedeció su resquebrajado labio y musitó: “¡Parece que va a llover!”  Mujer campera, sabia, con esa sapiencia  que da el vivir en comunión con la madre naturaleza.
   Apuró sus tareas matinales, acarreó agua de la acequia y leña para el fogón. Tomo unos mates cimarrones, acompañados de crujientes tortas fritas, mientras acariciaba a su gato, Rejucilo, que, ni lerdo ni perezoso abandonó la comodidad del catre, demandando esas delicias: “Vea Rejucilo, va a llover, mejor  será que me apure, en mi quehacer.”
   Partió presurosa, rengueando, porque su cadera le anunciaba el inminente cambio del tiempo: “ Y si, parece que va a llover nomás!”. Rumbeo pa el monte, en busca de las cabras, que temprano de madrugada, había ordeñado,  y estaban pastando en el monte cercano. Hay que traerlas al resguardo del corral antes que se desate la tormenta, para que no se pierdan en el monte.
   A media mañana regresó con sus cabras al rancho, el cielo era un tapiz de nubes, una sinfonía de grises que oscurecía el paisaje. Los pájaros volaban bajito, las arañas y toda  alimaña,  buscaban refugio. Panzón y Rosquita, los perros de doña Pancha, se metieron presurosos al rancho acurrucándose bajo el fogón. Doña Pancha  recogió de una alambrada las cobijas que había sacado a orearse, se ubicó en medio del patio, observó todo su entorno, el cielo, el horizonte, y vaticino: “Va a llover, y mucho, caray! Ahí van las arañas trepando pa arriba, el agua va a subir!”
   Un estruendo rompió la calma, el tapiz nuboso se iluminó de varios tonos de rojo, hacia el Sur una nube parecía tocar el suelo detrás de un denso muro de agua. Doña Pancha entró presurosa, mientras sobre el rancho comenzaron a rebotar, gordas y pesadas gotas que al caer en la tierra levantaban pequeñas nubes de polvo. Un intenso olor a tierra y agua  se esparció por el aire. Las gotas comenzaron una danza en crescendo hasta convertirse en frenética y desbocada.
   En el rancho, rodeada de sus fieles compañeros, doña Pancha, desde su pequeño ventanuco, vigila  la acequia, pronto será una riada. Mira a sus bicho  y les dice: “Hay que estar atentos, pa subir a la lomada, si se desborda  y nos inunda el rancho;  amalaya Tata Dios, si que nos estas mandando agua”.
   Al mediar la tarde, comienza a amainar, el viento sopla  y va quitando el tapiz de nubes. Como hilos dorados se asoman los primeros rayos del sol,  todo se viste de colores, el cielo, las lomas, el monte. Sinfonía de trinos, balidos, cacareos, amenizan el momento.  Doña Pancha, sale del rancho y comenta: “Ya lo decía yo, ha llovido nomás.” Y sonriendo,  con renovadas energías retoma sus  quehaceres.

346. NAVEGANDO LAS REDES DEL RECUERDO


NAVEGANDO LAS REDES DEL RECUERDO
En La Paquita, mi pequeño pueblo, éramos una gran familia, vivíamos y compartíamos.
Las noticias nos llegaban a través de la radio, la “Vacarri” a batería,  y Don Juan, el diariero que venía de Santa Fe todas las semanas, en tren o coche motor, trayendo los diarios y revistas.
Las noticias locales corrían  a través de diversas redes: los repartidores de leche, soda, pescado, y  el  médico, que iban de casa en casa.
Las mamás, amas de casa, comentaban  en sus mandados, y  por las tardes entre mates, tejidos y costuras cotillaban reunidas entre vecinas.
Los varones reunidos en el Club, entre partidas de bochas y cartas, se ponían al día con las novedades.
Las abuelas, tempraneras, barrían por horas las veredas, vigilando y cronometrando las salidas y llegadas de los jóvenes.
Todo era “en vivo y  directo”  y compartido. La cigüeña traía un bebé, todos  íbamos a conocerlo y celebrar el nacimiento. Alguien partía de este mundo, y nos reuníamos con la familia por nueve días, para acompañar y rezar.
Lo mejor eran las celebraciones: bodas y cumpleaños. Se esperaban con ansias y emoción, como la gran familia que éramos todos nos sentíamos un poco parte.
Las familias pudientes invitaban  a casi todos, las que no podían, festejaban participando  a toda la comunidad, solo para la ceremonia religiosa, la cena solo para  los familiares y muy íntimos. Llegado el día, muy emperifollado  íbamos todos a la iglesia.
 La fiesta siempre era en el único salón del pueblo, el bar de “Las Michis”, donde entre manjares, música y baile, los invitados  compartían la felicidad de los novios.  Y desde afuera, navegando las ventanas, los demás también celebrábamos.
Siento que éramos muy felices, entre esas redes, frente a frente, mirándonos, sintiéndonos, compartiendo  todo, alegrías, tristezas, discusiones, enojos,  siempre en compañía, nunca solos. 
Hoy  puedo tener el mundo a mi alcance con solo apretar un botón, activando una pantalla y navegar por Internet;  pero todo eso en soledad, con la vista baja, y sin hablar.
Amo  la tecnología, pero más amo y añoro las humanas redes de mi niñez.


lunes, 5 de noviembre de 2018

345. ¿QUÉ SIGNIFICA "SPOILER"?





El spoiler es la descripción de una parte importante de la trama de una obra literaria o cinematográfica. Consiste en revelar algún punto sensible del argumento (un giro inesperado, un final sorprendente) que el lector no debería conocer hasta que no se acerque él mismo a la obra. El vocablo spoiler puede traducirse como “echar a perder”, “estropear” o “arruinar”.

En el momento de escribir una reseña es fácil caer en el spoiler, pero ¿debe evitarse o es indiferente?

Es este un tema peliagudo para el que no hay normas. La reseña, en cuanto se engloba dentro del periodismo de opinión, tiene un importante componente de subjetividad e introducir spoilers queda a criterio del crítico. La convención recomienda evitarlos, pero decidir qué es spoiler y qué no depende de la sensibilidad del reseñista.

Está bastante claro que la reseña no debe desvelar un final sorpresivo o aquellos elementos que puedan dar al traste con un juego que el escritor haya planteado para divertimento del lector y que se base en el desconocimiento de este.

En general, es lícito hablar sobre aquellos detalles que no restan interés a la lectura. Tampoco es incorrecto hablar de la resolución de algún conflicto secundario de la historia. Por ejemplo, pongamos que la protagonista no logra el amor del personaje del que está enamorada. Si ese es el argumento central de la novela, es inapropiado revelar esa información. Pero si la novela trata de una científica que descubre vida extraterrestre, mencionar la fallida historia de amor no revela nada trascendente de la trama principal.

Pero, si a la hora de escribir la reseña resulta absolutamente inevitable hacer un spolier claro, no debemos olvidar advertirlo para que si un lector lo desea pueda saltárselo.

Es mejor evitar en lo posible caer en el spoiler, pero tampoco conviene que, por evitar revelar información, hagamos una reseña demasiado críptica. En resumen, y como ya hemos apuntado, todo depende de la sensibilidad del reseñista.
https://www.sinjania.com/el-spoiler-en-la-resena-de-libros/





DEFINICIÓN. Spoiler es un término inglés que, en nuestra lengua, suele emplearse para nombrar al texto que anticipa la trama de una película, un libro u otra obra. De este modo, al encontrarse con un spoiler, una persona pierde la oportunidad de sorprenderse al ver o leer la obra en cuestión, algo que sí podría suceder si no contase con dicha información.

Significados: Sust. botín, despojo, trofeo // Verbo, estropear, deteriorar, echar a perder, mimar, malograr, aguar, desvirtuar, dañarse, arruinarse, invalidar, malear, malearse

En algunas naciones, el spoiler se conoce como destripe. Puede entenderse este concepto como el dato que anticipa el final de una obra o que, al menos, brinda información muy relevante acerca del desarrollo de la historia, al punto de atentar contra el impacto que sus creadores esperaban causar en el público.

Supongamos que un crítico de cine realiza una reseña sobre una película. Si en su texto cuenta qué personajes mueren al finalizar el filme, habrá incluido un spoiler. Lo habitual es que la gente no desee encontrarse con spoilers para que no le “arruinen” el final de la obra, aunque hay excepciones: un individuo que no planea ver una película pero que está interesado en saber sobre ella puede encontrar este tipo de datos muy útiles e interesantes.

Para evitar la decepción del espectador o lector, es habitual que un redactor aclare en qué momento incluirá un spoiler. De este modo, una crítica de cine podría aparecer escrita de la siguiente forma:

“Se trata de un drama interesante y conmovedor, aunque bastante previsible. SPOILER: Mariela termina siendo la hija biológica de Mónica, algo que podía intuirse desde el primer minuto con prestar un poco de atención a los hechos. FIN DEL SPOILER. La cinta, de todos modos, resulta bastante entretenida e invita a reflexionar”.

Spoiler en la industria del videojuego: la palabra spoiler aparece con mucha frecuencia, especialmente en los análisis de los títulos que están por lanzarse al mercado. Dada la gran variedad que caracteriza esta forma de arte, no siempre el spoiler está relacionado con una trama o con el final de una historia, sino que puede hacer tratarse de la identidad y las habilidades de ciertos personajes secundarios o de los enemigos conocidos como “jefes”, de los escenarios que deberá visitar el jugador, de ítems y elementos que los desarrolladores pretendan mantener en secreto hasta último momento, o bien de cualquier otro dato que pueda arruinar la experiencia del usuario si lo conoce antes de jugar por primera vez.

Del mismo modo que en una reseña escrita, cuando se analiza una obra en un vídeo deben aparecer indicaciones claras al comienzo y al final de un spoiler, con una franja de tiempo suficiente como para pausarlo o cerrarlo.


Este término tiene otras acepciones muy diferentes. En el ámbito de la aeronáutica, por ejemplo, un spoiler (o alerón) es un dispositivo creado para disminuir la fuerza de sustentación de las aeronaves. También se conoce con el nombre de deflector o disruptor, y se trata de una placa que se monta encima de cada ala, con un diseño que le permite abrirse hacia arriba para alterar el flujo laminar (también denominado corriente laminar, es el movimiento ordenado, suave y estratificado de un fluido, que se desplaza en láminas paralelas, las cuales no se mezclan). De este modo, el spoiler también aumenta de manera notable la resistencia del ala.

En el universo de los cómics DC, por su parte, Spoiler es el nombre que adopta Stephanie Brown, hija de uno de los tantos enemigos de Batman, para sus andanzas como superheroína. Spoiler va en contra de los planes de su padre, aunque lo hace en secreto; ayuda a Batman y a la policía a encontrarlo, dejando pistas sobre la ubicación de su escondite. Este personaje también es conocido por su romance con Robin, de quien se enamora a lo largo de las muchas misiones que comparten.

https://definicion.de/spoiler/

https://youtu.be/BAjmrD8eSxQ

jueves, 1 de noviembre de 2018

344. PRIMER MANIFIESTO DADA (1918) por Tristan Tzara (1896-1963)


Escrito por Tristan Tzara y publicado en 1918 en el número 3 de la revista DADA de Zurich, el Manifiesto Dada es el primer manifiesto del movimiento dadaísta. Otros textos importantes para la historia del dadaísmo son: el Manifiesto sobre el amor débil y el amor amargo, también de Tzara, leído en París el 12 de diciembre de 1920 en la Galería Povolozky y publicado posteriormente en el número 4 de la revista La vie des lettres también de París y la plaquette de ocho folios sin numerar La premiere aventure celeste de Mausleur Antipyrine, que Tzara escribió y publicó en Zurich en 1916. Ahora bien, el manifiesto de 1918 es sin duda alguna el texto más significativo de los que publicó el artista rumano y el más explícito en sus intenciones.

Portada de la revista Dada 3, 1918.

     La magia de una palabra

     —DADA— que ha puesto a los periodistas

     ante la puerta de un mundo

     imprevisto, no tiene para nosotros

     ninguna importancia 


          Para lanzar un manifiesto es necesario: A, B, C.  Irritarse y aguzar las alas para conquistar y propagar muchos pequeños y grandes a, b, c, y afirmar, gritar, blasfemar, acomodar la prosa en forma de obviedad absoluta, irrefutable, probar el propio non plus ultra y sostener que la novedad se asemeja a la vida como la última aparición de una cocotte prueba la esencia de Dios. En efecto, su existencia ya fue demostrada por el acordeón, por el paisaje y por la palabra dulce. Imponer el propio A.B.C. es algo natural, y, por ello, deplorable. Pero todos lo hacen bajo la forma de cristal-bluff-madonna o de sistema monetario, de producto farmacéutico o de piernas desnudas invitantes a la primavera ardiente y estéril. El amor por lo nuevo es una cruz simpática que revela un amiquemeimportismo, signo sin causa, frágil y positivo. Pero también esta necesidad ha envejecido. Es necesario animar el arte con la suprema simplicidad: novedad. Se es humano y auténtico por diversión, se es impulsivo y vibrante para crucificar el aburrimiento. En las encrucijadas de las luces, vigilantes y atentas, espiando los años en el bosque. Yo escribo un manifiesto y no quiero nada y, sin embargo, digo algunas cosas y por principio estoy contra los manifiestos, como, por lo demás, también estoy contra los principios, decilitros para medir el valor moral de cada frase. Demasiado cómodo: la aproximación fue inventada por los impresionistas. Escribo este manifiesto para demostrar cómo se pueden llevar a cabo al mismo tiempo las acciones más contradictorias con un único y fresco aliento; estoy contra la acción y a favor de la contradicción continua, pero también estoy por la afirmación. No estoy ni por el pro ni por el contra y no quiero explicar a nadie por qué odio el sentido común.

DADA— he aquí la palabra que lleva las ideas a la caza; todo burgués se siente dramaturgo, inventa distintos discursos y, en lugar de poner en su lugar a los personajes convenientes a la calidad de su inteligencia, crisálidas en sus sillas, busca las causas y los fines (según el método psicoanalítico que practica) para dar consistencia a su trama, historia que habla y se define. El espectador que trata de explicar una palabra es un intrigante: (conocer). Desde el refugio enguantado de las complicaciones serpentinas hace manipular sus propios instintos. De aquí nacen las desgracias de la vida conyugal.

Explicar: diversión de los vientres rojos con los molinos de los cráneos vacíos.

                                      Dada no significa nada
Si alguien lo considera inútil, si alguien no quiere perder tiempo por una palabra que no significa nada….El primer pensamiento que se agita en estas cabezas es de orden bacteriológico…, hallar su origen etimológico, histórico o psicológico por lo menos. Por los periódicos sabemos que los negros Kru llaman al rabo de la vaca sagrada: DADA. El cubo y la madre en una cierta comarca de Italia reciben el nombre de DADA. Un caballo de madera, la nodriza, la doble afirmación en ruso y en rumano DADA.  Sabios periodistas ven en todo ello un arte para niños, otros santones jesúshablaalosniños, el retorno a un primitivismo seco y estrepitoso, estrepitoso y monótono. No es posible construir la sensibilidad sobre una palabra. Todo sistema converge hacia una aburrida
perfección, estancada idea de una ciénaga dorada, relativo producto humano. La obra de arte no debe ser la belleza en sí misma porque la belleza ha muerto; ni alegre; ni alegre ni triste, ni clara ni oscura, no debe divertir ni maltratar a las personas individuales sirviéndoles pastiches de santas aureolas o los sudores de una carrera en arco a través de las atmósferas. Una obra de arte nunca es bella por decreto, objetivamente y para todos. Por ello, la crítica es inútil, no existe más que subjetivamente, sin el mínimo carácter de genera­lidad. ¿Hay quien crea haber encontrado la base psíquica común a toda la humanidad? El texto de Jesús y la Biblia recubren con sus amplias y benévolas alas: la mierda, las bestias, los días. ¿Cómo se puede poner orden en el caos de infinitas e informes variaciones que es el hombre? El principio «ama a tu prójimo» es una hipocresía. «Conócete a ti mismo» es una utopía más aceptable porque también contiene la maldad. Nada de piedad. Después de la matanza todavía nos queda la esperanza de una humanidad purificada. Yo hablo siempre de mí porque no quiero convencer. No tengo derecho a arrastrar a nadie a mi río, yo no obligo a nadie a que me siga. Cada cual hace su arte a su modo y manera, o conociendo el gozo de subir como una flecha hacia astrales reposos o el de descender a las minas donde brotan flores de cadáveres y de fértiles espasmos. Estalactitas: buscarlas por doquier, en los pesebres ensanchados por el dolor, con los ojos blancos como las liebres de los ángeles.

Así nació DADA, de una necesidad de independencia, de des­confianza hacía la comunidad. Los que están con nosotros conservan su libertad. No reconocemos ninguna teoría. Basta de academias cubistas y futuristas, laboratorios de ideas formales. ¿Sirve el arte para amontonar dinero y acariciar a los gentiles burgueses? Las rimas acuerdan su tintineo con las monedas y la musicalidad resbala a lo largo de la línea del vientre visto de perfil. Todos los grupos de artistas han ido a parar a este banco a pesar de cabalgar distintos cometas. Se trata de una puerta abierta a las posibilidades de revolcarse entre muelles almohadones y una buena mesa.

Aquí echamos el ancla en la tierra feraz. Aquí tenemos derecho a proclamar esto porque hemos conocido los escalofríos y el desper­tar. Fantasmas ebrios de energía, hincamos el tridente en la carne distraída. Rebosamos de maldiciones en la tropical abundancia de vertiginosas vegetaciones: goma y lluvia es nuestro sudor, sangramos y quemamos la sed.
Nuestra sangre es vigorosa.

El cubismo nació del simple modo de mirar un objeto: Cezanne pintaba una taza veinte centímetros más abajo de sus ojos, los cubistas la miran desde arriba complicando su aspecto sección perpendicular que sitúan a un lado con habilidad.. me olvido de los creadores ni de las grandes razones de la a. que ellos hicieron definitivas). El futurismo ve la misma traza un movimiento sucesivo de objetos uno al lado del otro, añadiéndole maliciosamente alguna línea—fuerza. Eso no quita que la buena o mala, sea siempre una inversión de capitales intelectuales.

El nuevo pintor crea un mundo cuyos elementos son sus mismos medios, una obra sobria y definida, sin argumento. El artista nuevo protesta: ya no pinta (reproducción simbólica e ilusionista), sino que crea directamente en piedra, madera, hierro, estaño, bloques de organismos móviles a los que el límpido viento de las a inmediatas sensaciones hacer dar vueltas en todos los sentidos.

Toda obra pictórica o plástica es inútil; que, por lo u sea un monstruo capaz de dar miedo a los espíritus serviles y no algo dulzarrón para servir de ornamento a los refectorios de esos animales vestidos de paisano que ilustran tan bien esa fabula triste de la humanidad.

Un cuadro es el arte que se encuentren dos lineas geométricas que se ha comprobado que son paralelas, hacer que se encuentren en un lienzo, ante nuestros ojos, en una realidad que nos traslada a un mundo de otras condiciones y posibilidades. Este mundo no esta especificado ni definido en la obra, pertenece en sus innumerables variaciones al espectador. Para su creador la obra carece de causa y de teoría.

Orden = desorden; yo = no-yo; afirmación = negación; 

éstos son los fulgores supremos de un arte absoluto. Absoluto en la pureza de cósmico y ordenado caos, eterno en el instante globular sin duración, sin respiración, sin luz y sin control.

Amo una obra antigua por su novedad. Tan sólo el contraste nos liga al pasado. Los escritores que enseñan la moral y discuten o mejoran la base psicológica, tienen, aparte del deseo oculto del beneficio, un conocimiento ridículo de la vida que ellos han clasificado, subdividido y canalizado. Se empeñan en querer ver danzar las categorías apenas se ponen a marcar el compás. Sus lectores se carcajean y siguen adelante: ¿con qué fin? Hay una literatura que no llega a la masa voraz. Obras de creadores nacidas de una auténtica necesidad del autor y sólo en función de sí mismo. Consciencia de un supremo egoísmo, en el que cualquier otra ley queda anulada.

Cada página debe abrirse con furia, ya sea por serios motivos, profundos y pesados, ya sea por el vórtice y el vértigo, lo nuevo y lo eterno, la aplastante espontaneidad verbal, el entusiasmo de los principios, o por los modos de la prensa. He ahí un mundo vacilante que huye, atado a los cascabeles de la gama infernal, y he ahí, por otro lado, los hombres nuevos, rudos, cabalgando a lomos de los sollozos.

He ahí un mundo mutilado y los medicuchos literarios preocu­pados por mejorarlo. Yo os digo: no hay un comienzo y nosotros no temblamos, no somos unos sentimentales. Nosotros desgarramos como un furioso viento la ropa de las nubes y de las plegarias y preparamos el gran espectáculo del desastre, el incendio, la des­composición. Preparamos la supresión del dolor y sustituimos las lágrimas por sirenas tendidas de un continente a otro. Banderas de intensa alegría viudas de la tristeza del veneno. DADA es la enseñanza de la abstracción; la publicidad y los negocios también son elementos poéticos.

Yo destruyo los cajones del cerebro y los de la organización social: desmoralizar por doquier y arrojar la mano del cielo al infierno, los ojos del infierno al cielo, restablecer la rueda fecunda de un circo universal en las potencias reales y en la fantasía individual.

La filosofía, he ahí el problema: por qué lado hay que empezar a mirar la vida, Dios, la idea y cualquier otra cosa. Todo lo que se ve es falso. Yo no creo que el resultado negativo sea más importante que la elección entre el dulce y las cerezas como postre. El modo de mirar con rapidez la otra cara de una cosa para imponer directamente la propia opinión se llama dialéctica, o sea, el modo de regatear el espíritu de las patatas frutas bailando a su alrededor la danza del método.

Si yo grito:
IDEAL, IDEAL, IDEAL,
conocimiento, conocimiento, conocimiento
bumbúm, bumbúm, bumbúm,

registro con suficiente exactitud el progreso, la ley, la moral y todas las demás bellas cualidades de que tantas personas inteligentes han discutido en tantos libros para llegar, al fin, a confesar que cada uno, del mismo modo, no ha hecho más que bailar al compás de su propio y personal bumbúm y que, desde el punto de vista de tal bumbúm, tiene toda la razón: satisfacción de una curiosidad morbosa, timbre privado para necesidades inexplicables; baño; dificultades pecuniarias; estómago con repercusiones en la ‘ida; autoridad de la varita mística formulada en el grupo de una orquesta fantasma de arcos mudos engrasados con filtros a base de amoniaco animal. Con los impertinentes azules de un ángel han enterrado la interioridad por cuatro perras de unánime reconocimiento.

Si todos tienen razón, y si todas las píldoras son píldoras Pínk., tratemos de no tener razón. En general, se cree poder explicar racionalmente con el pensamiento lo que se escribe. Todo esto es relativo. El pensamiento es una bonita cosa para la filosofía, pero es relativo. El psicoanálisis es una enfermedad dañina, que adormece las tendencias antirreales del hombre y hace de la burguesía un sistema. No hay una Verdad definitiva. La dialéctica a una máquina divertida que nos ha llevado de un modo bastante trivial a las opiniones que hubiéramos tenido de otro modo. ¿Hay alguien que crea, mediante el refinamiento minucioso de la lógica,, haber demostrado la verdad de sus opiniones? La lógica constreñida por los sentidos es una enfermedad orgánica. A este elemento los filósofos se complacen en añadir el poder de observación. Pero justamente esta magnífica cualidad del espíritu es la prueba de su impotencia. Se observa, se mira desde uno o varios puntos de vista y se elige un determinado punto entre millones de ellos que igualmente existen. La experiencia también es un resultado del azar y de las facultades individuales.

La ciencia me repugna desde el momento en que se transforma en sistema especulativo y pierde su carácter de utilidad, que, aun siendo inútil, es, sin embargo, individual. Yo odio la crasa objetividad y la armonía, esta ciencia que halla que todo está en orden: continuad, muchachos, humanidad . . . La ciencia nos dice que somos los servidores de la naturaleza: Todo está en orden, haced el amor y rompeos la cabeza; continuad, muchachos, hombres, amables burgueses, periodistas vírgenes... Yo estoy contra los sistemas: el único sistema todavía aceptable es el de no tener sistemas. Completarse, perfeccionarse en nuestra pequeñez hasta colmar el vaso de nuestro yo, valor para combatir en pro y en contra del pensamiento, misterio de pan, desencallamiento súbito de una hélice infernal hacia lirios baratos.

                                    La espontaneidad dadaísta
Yo llamo amíquémeimportismo a una manera de vivir en la que cada cual conserva sus propias condiciones respetando, no obstante, salvo en caso de defensa, las otras individualidades, el twostep que se convierte en himno nacional, las tiendas de antiguallas, el T.S.H., el teléfono sin hilos, que transmite las fugas de Bach, los anuncios luminosos, los carteles de prostíbulos, el órgano que difunde claveles para el buen Dios y todo esto, todo junto, y realmente sustituyendo a la fotografía y al catecismo unilateral.

La simplicidad activa.

La impotencia para discernir entre los grados de claridad: lamer la penumbra y flotar en la gran boca llena de miel y de excrementos. Medida con la escala de lo Eterno, toda acción es vana (si dejamos que el pensamiento corra una aventura cuyo resultado sería infinitamente grotesco; dato, también éste, importante para el conocimiento de la humana impotencia). Pero si la vida es una pésima farsa sin fin ni parto inicial, y como creemos salir de ella decentemente como crisantemos lavados, proclamamos el arte como única base de entendimiento. No importa que nosotros, caballeros del espiritu, le dediquemos desde siglos nuestros refunfuños. El arte no aflige a nadie y a aquellos que sepan interesarse por el recibiran, con sus caricias, una buena ocasión de poblar el pais con su conservación. El arte es algo privado y el artista lo hace para si mismo; una obra omprensible es el producto de periodistas.

Y me gusta mezclar en este momento con tal monstruosidad los colores al mezclar en este momento con tal monstruosidad los colores al oleo: un tubo de papel de plata, que, si se aprieta, vierte automáticamente odio, cobardia, y villania. EL artista, el poeta aprecia el veneno de la masa condensada en un jefe de sección de esta industria.  Es feliz si se le insulta: eso es como una prueba de su coherencia. El autor, el artista elogiado por los periodicos, comprueba la comprensibilidad de su obra: miserable forro de un abrigo destinado a la utilidad publica: andrajos que cubren la brutalidad, meadas que colaboran al calor de un animal que incuba sus bajos instintos, fofa a insípida carne que se múltipla con la ayuda de los microbios tipograficos. Hemos tratado con dureza nuestra inclinación a las lagrimas. Toda filtración de esa naturaleza no es mas que diarrea almibarada. Alentar un arte semejante significa diferirlo. Nos hacen falta obras fuertes, rectas, precisas y, mas que nunca, incomprensibles. La logica es una complicación. La logica siempre es falsa. Ella guia los hilos de las nociones, las palabras en su forma exterior hacia las conclusiones de los centros ilusorios. Sus cadenas matan, minirapodo gigante que asfixia a la independencia. Ligado a la logica, el arte viviria en el incesto, tragándose su propia cola, su cuerpo, fornicando consigo mismo, y el genio se volveria una pesadilla alquitranada de protestantismo, un monumento, una marcha de intestinos grisáceos y pesados.

Pero la soltura, el entusiasmo y la misma alegria de la injusticia, esa pequeña verdad que nosotros practicamos con inocencia y que nos hace bellos (somos sutiles, nuestros dedos son maleables y resbalan como las ramas de esta planta insinuante y casi liquida) caracterizan nuestra alma, dicen los cinicos. Tambien ese es un punto de vista, pero no todas las flores, por fortuna, son sagradas, y lo que hay de divino en nosotros es el comienzo de la accion antihumana. Se trata, aquí, de una flor de papel para el ojal de los señores que frecuentan el baile de disfraces de la vida, cocina de la gracia, con blancas primas agiles o gordas. Esta gente comercio con lo que hemos desechado. Contradicción y unidad de las estrellas polares en un solo chorro pueden ser verdad, supuesto que alguien insista en pronunciar esta banalidad, apéndice de una moralidad libidinosa y maloliente.  La moral consume, como todos los azotes de la inteligencia. El control de la moral y de la lógica nos han impuesto la impasibilidad ante los agentes de policía, causa de nuestra esclavitud, pútridas ratas de las que esta repleto el vientre de la burguesía, y que han infectado los únicos corredores de nítido y transparente cristal que aun seguían abiertos a los artistas.

Todo hombre debe gritar. Hay una gran tarea destructiva, negativa por hacer. Barrer, asear. La plenitud del individuo se afirma a continuación de un estado de locura, de locura agresiva y completa de un mundo confiado a las manos de los bandidos que se desgarran y destruyen los siglos. Sin fin ni designio, sin organización: la locura  indomable, la descomposición. Los fuertes sobrevivirán gracias a su voz vigorosa, pues son vivos en la defensa. La agilidad de los miembros y de los sentimientos flamea en sus flancos prismáticos.

La moral ha determinado  la caridad y la piedad, dos bolas de sebo que han crecido, como elefantes, planetas, y que, aun hoy, son consideradas validas. Pero la bondad no tiene nada que ver con ellas. La bondad es lucida, clara y decidida, despiadada con el compromiso y la política. La moralidad es como una infusión de chocolate en las venas de los hombres. Esto no fue impuesto por una fuerza sobrenatural, sino por los trusts de los mercaderes de ideas, por los acaparadores universitarios. Sentimentalidad: viendo un grupo de hombres que se pelean y se aburren, ellos inventaron el calendario y el medicamento de la sabiduría. Pegando etiquetas se desencadeno la batalla de los filósofos (mercantilismo, balanza, medidas meticulosas y mezquinas) y por segunda vez se comprendió que la piedad es un sentimiento, como al diarrea en relación con el asco que arruina la salud, que inmunda tarea de carroñas para comprometer al sol.

Yo proclamo la oposición de todas las facultades cósmicas a tal blenorragia de pútrido sol salido de las fabricas del pensamiento filosófico, y proclamo la lucha encarnizada con todos los medios del

                                          Asco dadaísta
Toda forma de asco susceptible de convertirse en negación de la familia es Dada; la protesta a puñetazos de todo el ser entregado a una acción destructiva es Dada; el conocimiento de todos los medios hasta hoy rechazados por el pudor sexual, por el compromiso demasiado cómodo y por la cortesía es Dada; la abolición de la lógica, la danza de los impotentes de la creación es Dada; la abolición de la lógica, la danza de los impotentes de la creación es Dada; la abolición de toda jerarquía y de toda ecuación social de valores establecida entre los siervos que se hallan entre nosotros los siervos es Dada; todo objeto, todos los objetos, los sentimientos y las oscuridades, las apariciones y el choque preciso de las lineas paralelas son medios de lucha Dada; abolición de la memoria: Dada; abolición del futuro: Dada; confianza indiscutible en todo dios producto inmediato de la espontaneidad: Dada; salto elegante y sin prejuicios de una armonía a otra esfera; trayectoria de una palabra lanzada como un disco, grito sonoro; respeto
de todas las individualidades en la momentánea locura de cada uno de sus sentimientos, serios o temerosos, tímidos o ardientes, vigorosos, decididos, entusiastas; despojar la propia iglesia de todo accesorio inútil y pesado; escupir como una cascada luminosa el pensamiento descortés o amoroso, o bien, complaciéndose en ello, mimarlo con la misma identidad, lo que es lo mismo, en un matorral puro de insectos para una noble sangre, dorado por los cuerpos de los arcángeles y por su alma. Libertad: DADA, DADA, DADA, aullido de colores encrespados, encuentro de todos los contrarios y de todas las contradicciones, de todo motivo grotesco, de toda incoherencia: LA VIDA.

Tristan Tzara, Paul Éluard, André Breton, Max Ernst, Salvador Dalí, Yves Tanguy, Hans Arp, René Crevel y Man Ray. París, 1933.



viernes, 5 de octubre de 2018

343. TIMBUCTÚ por Carlos Gardini (1948-2017)

Carlos Gardini (1948-2017) 

Voces.
Sam se babeaba en un rincón limpiándose los mocos con la manga. Su cabeza era un agujero. El mundo era un borrón. Las imágenes del televisor encendido resbalaban sobre la manga húmeda de la camisa.
Las voces sonaban en el agujero de su cabeza.
Timbuctú, cantaban las voces, y Sam regresaba mentalmente al barrio donde merodeaban los veteranos de mil guerras psíquicas.
Timbuctú, el Paraíso del Paria: adictos vomitando en calles húmedas, hemorragias de neón palpitando en paredes sucias, rosarios de botellas rotas en veredas desparejas, la música esquizoide del neotango y el tronido de los juegos electrónicos.
Tronido, pensó Sam. Alguien le había explicado esa palabra, pero cuando recordaba la explicación sentía una punzada de dolor, y prefería olvidarla.
Voces.
Predicadores borrachos, roqueros afónicos, aullido de lobos.
Lobos.
Tenía que volver a Timbuctú, y sabía que volvería.
Pero la próxima vez será distinto, juró entre dientes.
Apretó los puños, y notó que tenía un par de papeles ajados en la mano. Fotos. Estaban tan arrugadas y estrujadas que sólo se veían las rajaduras blancas en el papel y unos borrones rojos.
Oyó que alguien silbaba un tango en el corredor.
Olsanski. Nadie silbaba tangos como el polaco Olsanski. Su enemigo, y también su mejor amigo. Esos tangos eran una promesa de vida, una promesa de muerte.
Olsanski abrió la puerta del cuarto sin ventanas.
-Hola, Sam.
Era el Olsanski de siempre, pelo rubio y desleído, entradas en la frente, ropa barata y arrugada, corbata floja. En el bolsillo traía un ejemplar de su libro favorito, Abandono del yo.
Olsanski se acercó al televisor, subió el volumen. Un canal internacional describía un atentado en Kabul, Afganistán: Voz en off: La neurobomba que estalló en el centro de la ciudad ha cobrado hasta ahora más de doscientas víctimas. Imagen: una calle de Kabul, Afganistán, donde un hombre se arrancaba una lonja de piel y la miraba como estudiando los cuadros de una película en una tira de celuloide.
Corte a una playa de California, entrevista a un sujeto tostado y cincuentón, Philip Philips II, presidente de Neurotronics Inc., fabricante de la línea de neurobombas Psychoblaster.
Reportera: ¿Qué responsabilidad tiene su compañía en el uso de la neurobomba en Kabul, Afganistán?
Philip Philips II: Ninguna, salvo la venta de un buen producto. Libre empresa, de eso se trata. Ventas legítimas. Nunca tratamos con terroristas.
Y la letanía de los repudios oficiales -brutal atentado, lesa humanidad, crimen contra la civilización- mientras doscientos zombis vagaban por las calles de Kabul, Afganistán.
Olsanski cabeceó, se volvió hacia Sam.
-Tenemos trabajo, Sam.
Sam sintió alegría, exaltación, miedo.
Más voces. Las voces se intensificaron.
El mundo dejaría de ser un borrón, su cabeza dejaría de ser un agujero. Las cosas tendrían perfiles claros y nítidos. Sam volvería a ser un lobo, aunque tuviera que pagar su precio.
-Precio -dijo Sam.
Olsanski dudó un instante, asintió, le palmeó la espalda.
Pero esta vez será diferente, se repitió Sam.
-Tranquilo -aconsejó el polaco. Entrecerró los ojos, acariciando el libro que llevaba en el bolsillo, y citó-: Una calma penetrante fluye del río de tu tranquilidad interior.
Alguien golpeó la puerta.
-Adelante -dijo Olsanski.
Una agente de uniforme entró con una carpeta, se la entregó, le dijo algo al oído. Olsanski asintió y respondió con un susurro. La agente sonrió y se fue meneando las caderas. Olsanski la siguió con la mirada.
-Mejoran con el tiempo, ¿eh, Sam?
-Creí que estabas en la filosofía oriental, polaco.
-Estoy, estoy. Todo se une, todos los hilos se enhebran. Tenés una visión limitada de las cosas. Demasiados apegos, Sam.
-Samuel -corrigió Sam.
Sabía que todos le decían Sam, Sami, nunca Samuel, pero esta vez las cosas serían diferentes.
-Lo que digo, Sam. Demasiados apegos. A tus ideas y sentimientos.
-Yo tengo un solo apego, polaco.
-Gran verdad, Sam. Alguna vez te regalaré un ejemplar de este libro. Podría cambiarte la vida.
-Un solo apego -repitió Sam.
El polaco Olsanski cabeceó, abrió una caja, sacó una pistola y un estuche.
-Un regalo de Navidad, Sam. ¿Sabías que es Navidad?
Sam asintió.
Su cabeza era un agujero, pero sabía que era Navidad porque en televisión anunciaban continuamente películas para toda la familia. En las películas había arbolitos, nieve, trineos, campanillas y gente feliz. Sam recordó a su familia y sintió un retortijón en el vientre. Su familia celebraría Nochebuena y nadie se acordaría de mencionarlo en el brindis. Navidad blanca, noche de paz. Para ellos estaba muerto, y no creía que lo lamentaran. Jingle bells. Arrojó los recuerdos por el agujero de su cabeza.
Navidad, y el polaco era Papá Noel.
Tendió la mano hacia el arma.
-Tranquilo, Sam. Con esto no se juega. ¿Sabés qué es esto, verdad?
-M-murdec -tartamudeó Sam.
El mundo era borroso, pero Sam había usado muchas veces una Murdec. Gran impacto, gran alcance. No era un arma para disuadir, herir, incapacitar, sino para destrozar, mutilar, matar. Ningún policía usaba ese arma oficialmente. Pero Sam no era un policía, sólo un perro de policía. Esa era su desgracia. Se creía un lobo, pero sólo era un perro.
Olsanski abrió el estuche, sacó un par de píldoras negras.
Le apoyó una mano afectuosa en el hombro.
-Te traje a tu novia, Sam.
Su novia. La Dama Negra.
-Mi novia -dijo Sam.
-¿Y adiviná qué? Te vas de luna de miel.
-A Timbuctú.
-Así es, hijo. A Timbuctú.
Sam sonrió. Las imágenes de Kabul, Afganistán, resbalaron sobre la baba que le humedecía el mentón.

Las voces callaron.
Ahora cantaba la Dama Negra.
El mundo era nítido, los relieves brillantes, los perfiles contrastantes.
Su cabeza no era un agujero..
Sam recordaba perfectamente su historia, y sabía con exactitud lo que tenía que hacer.
Ya no era un vegetal babeándose frente a un televisor, atrapado en un cuerpo embotado y una telaraña de recuerdos confusos.
Los músculos le respondían con precisión, la sangre le martillaba eufóricamente en las sienes, su cerebro era un chisporroteo de energía pura.
Era un lobo, un cazador.
Junto con la euforia, sentía el desgarrón. Vivo, y en carne viva.
Era un hijo de la Dama Negra, un traidor que para vivir debía matar a sus hermanos.
Olsanski le daba instrucciones, y Sam pensaba en el precio.
Pero sólo le importaba una cosa.
Regresaría a Timbuctú.
Por unos días se alejaría de su estúpido televisor, su estúpida baba y su estúpido encierro.
Trató de recordar.
Para recordar, tenía que desdoblarse, verse en perspectiva, porque de lo contrario el dolor era arrasador.
Se desdobló.
La Dama Negra era el viaje máximo, un Everest en medio de la chatura. Los imbéciles que se pulverizaban el cerebro con coca, heroína o crack no tenían la menor idea. La Dama Negra era el fármaco más caro que hubiera circulado por las calles, y era para elegidos: no sólo los que podían pagarla, sino los que tenían el coraje de abrazarla. Era una novia costosa, una madre araña.
Y sólo circulaba en Timbuctú, o en lugares como Timbuctú.
La Dama Negra tenía una etapa mística y una etapa depresiva. La etapa mística era lucidez y hermandad. Los amantes de la Dama Negra reconocían fácilmente a sus hermanos, por la mirada, los movimientos, los gestos. Sólo los demás, los opas, podían confundirlos con gente normal. Pero cuando el organismo desechaba la droga, empezaba la disgregación. Ojos vidriosos, reflejos lentos. La personalidad se convertía en un hervor de fragmentos, una guerra civil de engramas, programaciones y traumas. Recuerdos y jirones, ecos.
La mayoría no pasaban de la primera vez. Su abrazo con la Dama Negra los dejaba tan aturdidos, tan desangrados, que volvían mansamente a la opacidad de los opas, o terminaban en una guardia de hospital en el abúlico paraíso del coma 4. Para los que aguantaban, el mundo era un gran efecto especial.
Y después de la disgregación, regresabas lentamente al estúpido mundo de todos los días. Si eras sensato, te quedabas con ese mundo y tenías una historia para contarle a tus nietos. Pero si hubieras sido sensato, habrías empezado por no coquetear con la Dama Negra. Era un amor loco, una apuesta perdedora. En el mejor de los casos, necesitabas una fortuna para mantenerla.
Y siempre querías más lucidez, más hermandad, y recorrías las calles de Timbuctú en un carro triunfal. La euforia era más corta, y la depresión más larga. Con cada nueva ingesta, la hermandad se acentuaba, y también el hundimiento. El hijo de la Dama Negra terminaba por odiar y despreciar a los que no pertenecían a la familia, y sobre todo al opa supremo, el respetable que no conocía la vibración de Timbuctú. Era su enemigo, y había que destruirlo.
El adicto se convertía en lobo, en cazador.
El cazador se internaba en la opacidad de Villa Opa buscando víctimas, víctimas para morder, triturar, desollar, ofrendas para sus hermanos, para su madre y su novia. La Dama Negra era una madre posesiva, una amante celosa. Al cabo de tres o cuatro ingestas, no había boleto de vuelta. No había rehabilitación posible. No había etapas intermedias. No había más normalidad. Con la Dama Negra en la sangre, eras pura lucidez, pero cuando cesaba el efecto eras un vegetal que miraba estúpidamente el mundo a través de una ventana opaca, como la víctima de una neurobomba.
Era la etapa en que estaba Sam.
Sólo era posible encerrar al adicto, mantenerlo feliz con pequeñas dosis, aplacar al monstruo. Los legisladores se las habían ingeniado para lograr que los adictos fueran inimputables por sus crímenes. La única culpable era la Dama Negra. El adicto era una víctima, y la sociedad le debía un tratamiento, sus pequeñas dosis de felicidad. Esas pequeñas dosis sumaban toneladas de dinero. Tarde o temprano, el adicto se moría de languidez en su encierro.
Sam se desdobló un poco más, recordó un poco más.
Dolor y exaltación.
Olor a noche y sangre.
Víctimas aullantes.
Sonrió.
El polaco.
Olsanski lo había visitado varias veces en su habitación de la clínica, con su traje arrugado y su ejemplar de Abandono del yo y alguna dosis extra. Le había ofrecido la posibilidad de vivir. Podría volver a la calle, abrazar a la Dama. Pero había un precio.
Sería uno de sus operadores: de nuevo un cazador, pero ahora las víctimas serían sus hermanos. Un modo práctico y humanitario, explicó Olsanski, de solucionar un problema.
-¿De qué me hablás? -había dicho Sam. Siempre tuteaba a los policías, aunque tuvieran más años que la prehistoria, como el polaco.
-Yo no te hablo de nada, hijo. Ni siquiera estoy aquí, ni siquiera te estoy diciendo esto. La policía no mata adictos. La policía colabora para rehabilitarlos. Pero hay gente descontenta con estos tratamientos, Sam. Son muy caros. Hay gente que pagaría esa plata para hacerte matar, hijo.
-Hacerme matar -había dicho Sam-. No podés hacerme matar, imbécil.
-Claro que no, hijo. Pero no podés pasarte la vida entre cuatro paredes. En esta clínica he visto chicos mejores que vos, más fuertes que vos, y nunca aguantan. Se marchitan, Sam. Como repollos. Y te cuento un secreto. A la Dama Negra no le gustan las clínicas del estado. A veces escasea, y el mundo se pone muy borroso para los repollos.
En cambio, podía contribuir a solucionar el problema de un modo práctico y humanitario, pagar su deuda con la sociedad.
-No tengo ninguna deuda con la sociedad. La ley dice que no tengo ninguna deuda con la sociedad. La sociedad tiene una deuda conmigo. La sociedad me debe un tratamiento.
-Eso dice la ley, Sam. Nadie conoce la ley mejor que un policía, y yo soy policía. Pero hay padres desconsolados, como los padres de tus víctimas, que no opinan lo mismo. Votantes, Sam. Y yo también soy padre. Aquí tengo fotos de esas chicas. Así quedaron ellas después de tu tratamiento, hijo.
-Soy un lobo, un cazador.
-Exacto, Sam. Por eso serías un operador ideal.
-Cazar a mis hermanos.
Olsanski le había tocado la sien con el dedo.
-Pensás demasiado, hijo. Tomalo como un acto de caridad. Les ahorrarías sufrimientos. Y volverías a Timbuctú. Aquí sos sólo una víctima.
El hijo de la Dama Negra nunca era una víctima.
Había dicho adiós a su familia, adiós a sus amigos. Mentalmente, desde luego, porque nunca lo visitaban. Les habían contado un cuento y les habían entregado un cadáver irreconocible que sin duda habían sepultado sin demasiadas lágrimas.
Ya no tenía familia, pero lo tenía a Olsanski. Entre otras cosas, había aceptado por él. Olsanski era como un padre. Aunque era cana, y por definición un opaco ciudadano de Villa Opa, el polaco comprendía a los lobos mejor que nadie. Olsanski era el único que le llevaba regalos en Navidad y recordaba sus cumpleaños.
Ni siquiera él mismo recordaba sus cumpleaños.
Volvió al presente. Olsanski le estaba mostrando unas fotos.
Presas, víctimas.
Sam reconocía perfectamente los cortes, mordiscos y mutilaciones. Llevaban la marca del lobo. Él recordaba perfectamente el modo en que había tratado a sus presas, cuando era libre, cuando no tenía que matar a sus hermanos, cuando no era un operador de Olsanski, cuando no tenía que ser un perro de policía para disfrutar de unos preciosos minutos de vida. Recordaba el odio que sentían por él los familiares de sus víctimas, opas clamando venganza en los noticieros de la noche. Sentía un desprecio absoluto por esos opas.
-Con un objeto filoso -aclaró el polaco-. Tal vez un cuchillo de cocina.
-Sí -dijo Sam con orgullo-. Es la Dama Negra.
-Cuatro víctimas en una semana, Sam.
-Doscientas víctimas -dijo Sam, mirando el televisor.
Olsanski, desconcertado, miró hacia atrás y vio que seguían proyectando noticias sobre Kabul, Afganistán. Se levantó y apagó el aparato.
-Cuatro víctimas, Sam. Hay lobos sueltos, y necesitamos tu ayuda.
Sam cabeceó. Le brillaban los ojos.
-Hace mucho que no la veo -dijo Sam.
-¿Qué, hijo?
-La Navidad en Timbuctú -dijo Sam, con genuina esperanza en el corazón.
Alegría y esperanza, como pregonaban en televisión todas las Navidades.
Jingle bells.

Libre.
Bajo el lechoso cielo de Timbuctú, un letrero de neón anunciaba FELIZ N*VID*D con un resplandor epiléptico. Alguien que odiaba las A las había destrozado a pedradas. Sam había conocido adictos que odiaban el signo menos, el número cinco o las vocales con diéresis.
Aspiró el aire humoso, el sabor de la lucidez y la hermandad.
Podía haber cien barrios porteños, pero nada era comparable a Timbuctú, refugio de prostitutas, proxenetas y predicadores, el Paraíso del Paria.
No era casual que los hermanos se reunieran en Timbuctú.
No sólo era el único sitio donde alguien se arriesgaría a traficar con una hembra caliente como la Dama Negra. En Timbuctú la cana no existía. En Timbuctú los policías sólo eran basureros que recogían los residuos muertos o comatosos de ese País de la Fantasía.
Y Timbuctú creaba su propia adicción, a menos que fueras un opa irremisible.
Hacía rato que no existía el bar que había dado nombre al barrio. Sam pertenecía a los viejos tiempos y recordaba el Timbuctú, un boliche con decoración seudoafricana que había llevado la chispa de la vida a una zona urbana decrépita donde agonizaban conventillos y bodegones. El dueño del Timbuctú había comprendido que ese lugar improbable era el sitio ideal para los descastados, o los que ansiaban ser descastados por unas horas, los que querían jugar al lumpen. Muchos habían imitado su idea visionaria, y un competidor expeditivo lo había quitado del medio contratando matones para que le incendiaran el bar y le rompieran la crisma. El dueño del Timbuctú había entendido el mensaje y se había jubilado, conformándose melancólicamente con ser un visionario anónimo.
Ahora había bares con decoración seudovienesa, seudopolinesia, seudochina y hasta seudoporteña. Había un Nuevo Timbuctú, un Gran Timbuctú, un Anti-Timbuctú y hasta un Tombuctú. Había clubes, discos, bares y lofts donde uno podía emborracharse, fumarse, inyectarse. Por poca plata se conseguían mujeres y hombres. Por poca plata se hacía matar a alguien. Por poca plata se obtenía alojamiento en conventillos donde la guerra de los demás no era la guerra de uno.
En la esquina del Living Dead un predicador de los Testigos de Hollywood buscaba afiliados para su culto, que combinaba ejercicios de contemplación de cine americano con meditación Zen, drogas blandas con una dieta vegetariana.
-Dios ha muerto de SIDA -clamaba el predicador-, pero todavía nos quedan las estrellas, las grandes stars. En el principio era el fin.
En el principio era THE END, proclamaba su remera.
Sam paladeó la vibración, la plenitud de sus sentidos. Recordaba perfectamente sus rutinas.
Tenía contactos en Timbuctú. Iba bien provisto de dinero, y en Timbuctú hacía falta dinero para pagar los vicios.
Contactos.
Recordó nombres, los lugares donde paraban. Esos contactos eran sus ojos y oídos. Él no quería perderlos, y ellos no querían perderlo a él. Eran especialistas, observadores, gente que sabía reconocer a los hermanos.
Entró en el Nuevo Timbuctú.
Máscaras africanas, palmeras, paredes pintadas para simular un desierto. Bailarinas topless, pantallas de video, ritmo de neotango, último berrinche de la moda.
Se sentó a la barra, pidió una cerveza. Amaba ese ritmo barato, machacón. El cazador despertaba, olfateaba, saboreaba la sangre de antemano. También saboreaba de antemano el dolor. Para vivir tenía que matar a un hermano, pero esta vez sería diferente.
No regresaría a ese cuartucho a vivir como un vegetal.
En el video pasaban un neowestern con música neosalsa, doblado a un neoespañol descoyuntado. Mexicanos borrachos carajeaban con subtítulos en inglés.
Una mujer se le acercó, le susurró al oído. Sam ni la miró. No sabía si era de las que cobraban o de las otras. No le importaba. Un hijo de la Dama Negra era casto, no se contaminaba con sexo.
Impotente, decían algunos. Tal vez. Qué más daba lo que dijera un opa.
Siguió bebiendo su cerveza, escuchando el ritmo neosalsa de la película, mirando a los mexicanos que discutían con un par de gringos en neoespañol doblado, sin subtítulos.
La mujer se alejó. Sam aún sentía sus palabras picándole en la mente. No las entendía. No las quería entender.
Miró en torno: un rubio de campera amarilla bebiendo un trago rosado, un morocho de camiseta rosada bebiendo un trago amarillo, una pelirroja de minifalda verde bebiendo un líquido azul. Amaba los colores, que en Timbuctú siempre se las ingeniaban para combinar. No veía caras. Veía ojos, labios, orejas, contornos hiperrealistas.
Aspiraba voces, olía sonidos.
Salió del Nuevo Timbuctú, entró en Pizza & Bombo, Missing, Neuroclub, Cybersex, Mad Mothers, un boliche tras otro. No tenía apuro.
Timbuctú era su selva, y se tomaría todo el tiempo necesario para la cacería.
Si había lobos sueltos, como demostraban las fotos de Olsanski, volverían inevitablemente a Timbuctú.
En la esquina del Living Dead el predicador de los Testigos de Hollywood seguía buscando adeptos.
En el principio era el fin.

Encontró al Ángel en el Nuke Bar, un tugurio donde se pagaba por beber y jugar juegos de video. Estaba jugando con una vieja versión de King Kong Lives!T. En la pantalla, una versión digital del simio subía a la cima del edificio con una versión digital de Fay Wray. Versiones digitales de los biplanos sobrevolaban una versión digital de Nueva York.
-Tanto tiempo, Sami -dijo el Ángel, sin dejar de mover la palanca y apretar botones-. Te extrañamos en el barrio.
Lo llamaban el Ángel por la pureza del polvo que consumía. Y para conseguir polvo de los ángeles en el estado de blancura que él pretendía, el Ángel necesitaba sólidas fuentes de ingresos. Sam era una de esas fuentes.
El Ángel tenía el pelo teñido de blanco, largo hasta los hombros. La última vez que Sam lo había visto tenía la cabeza rapada. Se acercaba al último tramo de su tercera década sin aparentar que hubiera dejado la segunda. Era morocho y esmirriado. Había pertenecido a Derechos Gay, al Movimiento Evita Dignifica y a una iglesia pentecostal. Ahora llevaba una remera de los Testigos de Hollywood.
-La última vez estabas con Supremacía Aria -comentó Sam.
-Eso ha quedado atrás, man. En esta vida hay que crecer.
En la pantalla Kong llegó a la cima del Empire State y dejó a Fay Wray a un costado.
-Andás buscando algo, Sami. Lo huelo. Vos siempre andás buscando algo.
Sam le mostró las fotos de las víctimas.
-Sí -dijo el Ángel-. Está circulando una partida nueva. Creí que ya nadie consumía esa basura, mejorando lo presente
-¿Qué has visto?
-Esta semana, con los Testigos, he visto King Kong como tres veces. En tres versiones distintas. Tuve un satori tras otro, hasta agotarme.
-Satori.
-Sí, man. Es como orgasmo en japonés, pero de la mente, ¿entendés?
-No del todo.
-Vos siempre estás fuera, Sam. Estás fuera de todo.
-Hablame de las fotos, Ángel.
-¿Fotos? ¿Qué fotos, Sam? Ya no tengo nada que ver con nada. Soy ciego, sordo y mudo. ¿Ves en qué ando ahora? -Soltó un botón, se tocó la remera: En el principio era THE END. En la pantalla Kong dio un salto. El Ángel volvió a mirar la pantalla. Apretó unos botones y Kong destruyó un biplano de un manotazo. El score marcó 20 puntos-. Genial, ¿no? ¿Qué pensás de Kong?
-Gran corazón, poca cabeza -dijo Sam.
-Bien dicho, Sami, bien dicho.
-Las fotos, Ángel.
Kong derribó dos biplanos más. El score subió 40 puntos. El Ángel sacudió la cabeza.
-La calle está muy dura.
Sam puso un billete junto al joystick. El Ángel lo miró de reojo y soltó un silbido. Un biplano se acercaba disparando contra Fay Wray. El Ángel movió a Kong para protegerla y el biplano ametralló al simio. Kong cayó con un rugido.
-El amor te perdió -dijo Sam.
La franja de color que indicaba vidas bajó de 4 a 3.
El Ángel tomó una de las fotos que le había dado Olsanski.
-Qué espectáculo, man. ¿Quién haría algo así? Esa cosa te achura el cerebro, la Dama Negra.
-Contame algo -dijo Sam, poniendo otro billete.
-He visto a un lobo -dijo el Ángel, guardándose el billete-. Buscando a Caperucita. Y veo que la encontró.
La pantalla mostró opciones: KONG CONTRA LOS DINOSAURIOS, KONG CONTRA LOS NATIVOS, KONG TREPA AL EMPIRE STATE. Ángel eligió la primera. La pantalla mostró la versión digital de Kong en la versión digital de una selva. Lo atacaba la versión digital de un dinosaurio.
-¿Seguro?
-Inconfundible, man. Con ese brillo en los ojos. Qué boca tan grande, abuelita. Vi una cara nueva y lo seguí. Nadie vuela como el Ángel.
El dinosaurio aplastó a Kong.
-Puta -dijo el Ángel-. No sé jugar bien a éste.
Las vidas bajaron de 3 a 2 y la pantalla pasó a opciones.
-Volvamos a New York City. ¿Qué decís, Sam? -dijo el Ángel, apretando el botón de la tercera opción-. Sí, ese brillo en los ojos. Es como si estuvieran peleando la Tercera Guerra Mundial en su cabeza. Pero eso es imposible, Sam, porque la Tercera Guerra Mundial se está peleando en mi cabeza. O tal vez sea la Cuarta.
Kong volvía a trepar el edificio.
-Justo en el centro de mi cabeza, Sam -dijo el Ángel-. Oigo aullidos, silbidos y tronidos. ¿Sabes qué es un tronido, Sam?
-¿Qué es un tronido, Ángel?
-Un tronido es un trono y un berrido, Sam. Es el gran padre hidrógeno abrazando el mundo. En el principio fue el hidrógeno, Sam, y en el final será el hidrógeno. En el principio será el fin. El planeta va a rodar, y va a hacer carambola en toda la galaxia. Una gran cosmobola, Sam. Todo eso en mi cabeza, Sam. ¿Te das cuenta lo difícil que es?
-Me doy cuenta.
-No, no te das cuenta. Pero es difícil, por eso necesito toda esa blancura. Eso me da paz. Como en esa canción.
El Ángel se puso a patear el piso rítmicamente, moviendo la imagen de Kong al compás.
-Paz a los combatientes que sufren por sus tronidos... -canturreó-. ¿Escuchaste esa canción?
Sam sacudió la cabeza.
-¿No la escuchaste, Sam? Siempre estás fuera. ¿Ves que siempre estás fuera? Hacete de los Testigos, Sam. Ves el mundo en otra perspectiva.
Kong llegó a la cima del edificio, arrancó un pedazo de torre y lo tiró contra un biplano. El biplano se estrelló contra otro, y éste contra otro. La pantalla marcó 60 puntos y un premio de 40.
-¿Viste eso, Sam?
-Hablame del lobo. ¿Dónde vive?
-¿Dónde vive? No te oigo, Sam. Estoy sordo.
Un biplano ametralló a Kong. La pantalla soltó tres rugidos y bajó de 2 vidas a 1.
-¿Ves? Me distrajiste, Sam.
Sam puso otro billete junto a la pantalla. El Ángel se lo guardó en el bolsillo y se quedó mirando las opciones.
-En la calle Tres Pozos hay un edificio nuevo, Sam. Nuevo significa que tiene quinientos años, pero estaba abandonado y lo refaccionaron. ¿Lo conocés? No, no lo conocés, porque siempre estás fuera de todo. Pero ahí vive tu hombre.
-¿Tres Pozos a qué altura?
-No jodas, Sam. No soy la guía Peuser. No recuerdo ni mi altura, no voy a recordar la de la calle. ¿Cómo vas a recordar alturas con una guerra en tu cabeza? Después te acerco, te señalo y vos hacés la tuya. -Miró las opciones-. Puta, no sé cuál elegir.
-¿No jugás a KONG CONTRA LOS NATIVOS?
-Morite, Sam. Esos nativos son unos boludos. Volvamos a New York City.
El Ángel le dio una palmada en el hombro.
-No rompas más, Sam. Esperame en la esquina del Mad Mothers, dentro de una hora. Yo te guío.
Si Sam era un perro de policía, el Ángel era el perro del perro.
-No hace falta, si no querés correr riesgos. Podés indicarme.
-Hay muchas cosas nuevas en el barrio, Sami. Te perderías, y yo me perdería la diversión.
-Una hora.
-Una hora, Sam. Dejame en paz. No me gusta malgastar las fichas.
-Aprovechala bien -dijo Sam-. Es la última vida que te queda.
Dejó al Ángel y se alejó en medio de los silbidos, estampidos y chirridos de los juegos, el tufo a alcohol, marihuana y tabaco.
En una pantalla proyectaban el último comercial de Coca-Cola, filmado durante un viaje de la segunda serie Voyager. El satélite había arrojado boyas con el logo de la compañía y había filmado la caída. El comercial combinaba imágenes de Júpiter, Saturno y Plutón. Tocaban un jingle en inglés, y una leyenda en castellano decía: Llevamos la frescura a los confines del universo.
Una rubia se le acercó para ofrecerle un viaje a Venus.
-Pasando por todos los planetas -le dijo, acariciándole la cara.
Tenía uñas esculpidas de cinco centímetros de largo, imitando el lustre del acero.
Sam la apartó de un golpe y salió a la calle.
El viento fresco y húmedo lo despejó. Metió la mano bajo el abrigo y tocó la culata del arma. Recitó mecánicamente, mientras caminaba en el aire sucio, una frase del libro de Olsanski.
-La persona fuerte avanza osadamente al encuentro de las circunstancias peligrosas, y su espíritu encuentra el sosiego.
Fue como si la frase le activara el cerebro. La rubia. Apenas le había mirado la cara, pero conocía esa voz. Era la misma rubia del Nuevo Timbuctú. La mirada que Sam había visto de reojo era de ojos brillantes, una mirada lobuna. Y las palabras que ella le había dicho en el otro bar le llegaban como bramidos de altoparlante, y ya no podía negarse a entenderlas. La rubia lo había seguido, pero el viaje que le había ofrecido no era lo que él creía. Era una casta amante de la Dama Negra, y para ella el sexo no era un gusto. A lo sumo era una transacción, un atajo para llegar a la Dama.
Se acercó porque me reconoció, pensó. Olió al lobo, a su igual. Y yo no la reconocí porque me distraje.
No, no es que me distraje. Es que soy cada vez más perro, cada vez menos lobo.
Volvió al Nuke Bar. La buscó en el gentío. Estaba en un rincón, abrazada a un tipo. Preliminares de un viaje a Venus.
Sam se repitió frases favoritas del libro de autoayuda de Olsanski mientras pedía una copa. Miró hacia el fondo del salón. El Ángel seguía jugando a King Kong, abrazado a un amigo.
La rubia y su amigo salieron del Nuke Bar. Sam los siguió a cierta distancia. Se metieron en uno de los muchos callejones solitarios de Timbuctú. El tipo miró un par de veces hacia atrás. Sam se tapó la cara con la solapa del abrigo. El tipo dio media vuelta y sacó una navaja.
-No me gustan los mirones. ¿Por qué no tomás por otra calle?
La rubia se acercó al tipo y lo abrazó sensualmente por detrás, acariciándole el cuello con las uñas esculpidas, confirmando sus derechos de propiedad. Él sonrió halagado.
-Tranquila, baby, yo me hago cargo -dijo el tipo.
Sam comprendió que esas uñas no eran esculpidas. Eran uñas de acero enganchadas a los dedos. El tipo ya era cadáver, y se enteraría en un par de segundos.
La rubia le lamía la oreja con la lengua, y el tipo sonreía satisfecho, sin saber que esa calentura era el celo de la cacería, la loba al acecho. El opa sonreía, jugando con la navaja. Sam podía salvarlo, dispararle a la rubia, pero no tenía la menor intención. Lo habían obligado a ser perro de policía, no boy scout. No hacía buenas acciones. No guiaba a los cieguitos, no ayudaba a las ancianas a cruzar la calle, no salvaba opas que jugaban con navajas. La sonrisa del opa se convirtió en mueca cuando la caricia de la rubia se convirtió en cinco tajos rasgándole el gaznate. Las uñas se hundieron. La sangre bañó el pecho del idiota como un telón. La rubia lo soltó, lo dejó caer en los adoquines. Le sonrió a Sam. Se besó la mano ensangrentada mientras el opa boqueaba espasmódicamente, escupiendo saliva roja.
Los dos clavaron los ojos en el moribundo. No había sexo entre lobos, pero esto era lo más parecido.
Cuando le vio desenfundar la Murdec, la rubia aún sonreía.
Sam disparó. Las balas destrozaron pechos, hombros, vientre, pero la rubia seguía en pie. Su propia sangre le salpicaba la cara, esquirlas de su propia carne bailaban ante ella, pero se mantenía en pie sin dejar de sonreír.
-Llevamos la frescura a los confines del universo -dijo, y se desplomó con un ruido blando
Sam se acercó a los dos cadáveres.
Lagrimeó. Lloró por la loba muerta. Recitó palabras que alguna vez le había citado Olsanski:
-Nada termina nunca. Todo es infinito. Por eso el yo, con su finitud, es una falsedad.
Sí, pensó, alguna vez le pediría al polaco un ejemplar de ese libro. También pensó, recordó, que esta vez sería distinto. Terminaría la cacería, pero esta vez el final sería distinto.

La calle Tres Pozos, un agujero negro en el centro de Timbuctú. Un edificio maloliente. Paredes descascaradas, pintarrajeadas con aerosol. Un pasillo con luz aguachenta, lámparas amarillas. Un tubo fluorescente pestañeando en el fondo. En un piso de arriba, música, un clásico de la Edad Media, "Satisfaction", Rolling Stones.
Sam se despidió del Ángel, atravesó el pasillo, se acercó a una puerta entreabierta que decía portería. Un tronido en su cabeza. I can get no satisfaction.
Bajo la luz vibrante de un televisor donde proyectaban imágenes de Kabul, Afganistán, un camastro donde dos hombres se revolcaban y se besuqueaban. Uno de ellos lo vio, se levantó, se acercó a la puerta. Tenía un tatuaje con dibujos del Tarot en el pecho.
-¿Tu mami no te enseñó a llamar?
-Toc toc -dijo Sam.
-Toc toc te voy a hacer en la cara, chistoso.
Sam desenfundó la Murdec y se la apoyó en la frente.
-No seas facho, no saqués armas -tartamudeó Tarot-. Aquí está todo en paz. ¿Querés que te eche las cartas?
-Busco a un hombre -dijo Sam.
-Quién no.
El que estaba adentro masculló algo.
-¿Querés que te lo presente? -dijo Tarot-. Es tuyo, macho, pero sacame esa cosa de la cara.
-No cualquier hombre. Gordo, ojos grandes, mirada brillosa, remeras chillonas -recitó Sam, recordando la descripción del Ángel.
-Aquí hay muchos gordos.
Sam lo miró a los ojos, amartilló la Murdec.
-Tercero A -dijo Tarot-. Y no me calienta. Igual es un antipático. Pero no me menciones.
Sam bajó el arma.
-¿Hay ascensor?
-Allá lo tenés.
-¿Funciona?
-No jodas. ¿Te creés que es el Sheraton?
Tres pisos, al trote. Más pintadas con aerosol, "Satisfaction" a todo volumen, olor a orina y vómito en los rellanos, latas de cerveza vacías, una ventana mugrienta y rota. Viento, el resplandor canceroso de Timbuctú.
En el tercero A, Sam apoyó la oreja en la puerta. No oyó nada. Movió el picaporte. Sin llave. Los lobos despreciaban las llaves, los cerrojos y las trabas. La protección era cosa de opas. Abrió y entró. Un ambiente, kitchenette, baño. Mugre y mal olor. Una pocilga típica de Timbuctú, con precios cinco estrellas que los inquilinos pagaban con gusto para ser anónimos un par de noches. Una ventana cerrada, atascada. Televisor encendido, volumen bajo. Luces apagadas. Registró cada rincón. El inquilino no estaba en casa.
Sam abrió la heladera. Una hamburguesa a medio comer, un par de gaseosas, roña. En el armario, un par de botellas de whisky. Para no tentarse, vació las dos botellas en la pileta. Tal vez tuviera que esperar mucho tiempo y quisiera servirse un trago. El whisky y la Dama Negra no se llevaban bien si querías buenos reflejos y buena puntería.
Esperó frente al televisor. Pasaban un video musical. Cambió de canal.
Un ejecutivo de Neurotronics, comentando el boom de ventas de la línea Psychoblaster: Crearemos más puestos de trabajo en nuestras subsidiarias de todo el mundo. Kabul es el comienzo de una nueva era.
Corte comercial. Llevamos la frescura a los confines del universo.
Pensó en la rubia. La mezcla de dolor, autodesprecio y excitación era un caldo espeso en su sangre. Vivo, en carne viva. Un lobo, pero un gusano, ni siquiera un perro.
Miró la Murdec, la guardó, puteó a Olsanski.
Abrieron la puerta, prendieron la luz. El gordo. Remera chillona, ojos vidriosos. El último tramo de su etapa mística. Miró a Sam de arriba abajo, olisqueó el aire, desnudó los dientes. Sonrisa de lobo.
-Bienvenido -dijo, un hermano saludando a un hermano, lobos en la niebla.
Sam respondió con un cabeceo.
-Podés quedarte -dijo el gordo-. Hay mala onda en Timbuctú.
Tal vez se refería a la muerte de la rubia.
Puso una píldora negra en la mesita.
-Es mi última, pero podemos compartir. Vendí todo por esa basura, pero somos hermanos.
Sam lo examinó, y supo que todo significaba todo. Ese hombre había vendido todo lo que tenía, coche y casa, cuerpo y alma. El cuerpo sería lo que más lamentaba, siendo un casto hijo de la Dama Negra. Era el último eslabón en una larga cadena de intermediarios donde los peces gordos no querían conocer a los adictos ni en foto. Sabían muy bien lo que vendían, y preferían perder ganancias a vérselas con un lobo malhumorado. Tal vez meses atrás el gordo hubiera sido un respetable padre de familia. Joder, hasta podía ser gerente de la subsidiaria local de Neurotronics. En tal caso, se había perdido el boom de ventas.
Había dejado la opacidad de Villa Opa. Deseaba compartir.
Sam no quería prolongar la conversación. Le traía malos recuerdos. La época en que era un lobo en libertad, no un perro alquilado.
Arrojó un par de fotos en la mesa, y al instante recordó que siempre hacía lo mismo. Un ritual. Le gustaba confirmar la culpabilidad de sus presas. Era un perro de policía, un traidor, pero no quería ser injusto. Hasta en eso se le notaba que estaba domesticado, que era medio boy scout a pesar de todo. Un lobo no pensaba en la justicia.
Quién te nombró juez, se preguntó, y recordó que también se hacía siempre esa pregunta.
El gordo miró las fotos.
-Mi obra, hermano. Gran cacería.
El gordo caminó hasta el armario.
Ultimo tramo, reacciones lentas, pero Sam sabía que podía estallar en cualquier momento. Miró la píldora negra. Si aceptaba la mitad de esa píldora, sería como tomar la comunión. Podía tomar esa comunión, volver a la hermandad. Y a la semana ir a parar a la clínica, que lo entregaría a Olsanski. O ser perseguido por otro operador, otro perro domesticado. En cualquier caso, víctima, presa en vez de cazador. No, tenía que liquidarlo pronto, pero no podía desenfundar el arma. No podía quitarse a la rubia de la cabeza, la rubia con su sonrisa y su entrega, la rubia que lo había invitado a ver su cacería.
El gordo abrió el armario, descubrió que el whisky no estaba, vio las dos botellas vacías junto a la pileta.
Estalló.
-Me tiraste el whisky, hijo de puta.
Largo momento de reflexión, entrecejo fruncido como si estuviera descubriendo la relatividad.
-¿Y de dónde sacaste esas fotos?
Sam desenfundó. Ahora el gordo era un manojo de nervios. Manoteó un cuchillo de la cocina. Un cuchillo como los que usaba con sus presas.
Sam sintió el torrente de adrenalina, una llamarada en nervios, venas, tendones.
Pateó la mesa, la píldora negra rodó por el suelo, se perdió en un rincón.
-Tranquilo -dijo. Empezó a recitar una de las frases favoritas de Olsanski. La serenidad del hombre superior.
El gordo sonrió como había sonreído la rubia. La sonrisa de la Dama Negra. Se le acercó un paso, cuchillo en mano. Soltó el cuchillo. Sam lo siguió con la mirada: la hoja rebotando en el mosaico, el golpe seco del mango de madera.
Sentía la hermandad a flor de piel. No habría próxima vez, se prometió. Dejaría que Olsanski hiciera su propio trabajo sucio.
Mientras él miraba el cuchillo, el gordo le pateó la muñeca, el vientre. Sam rodó en el piso, disparó a ciegas, cerrando los ojos de dolor. Le dio a la lámpara, la alacena, el cielo raso. Una lluvia de yeso le cayó en la cara. Abrió los ojos, vio la puerta abierta.
El gordo había huido.
Salió al pasillo, oyó voces y protestas entreverándose con "Satisfaction". Un vecino en camiseta lo miró por la puerta entornada y la cerró. No era su guerra, como decían en Timbuctú.
Sam apuró el paso al ritmo de "Satisfaction". ¿Por qué se había quedado mirando el cuchillo? Mala conciencia.
Llegó abajo. Tarot estaba en la puerta, apoyado contra el marco.
-Cuando quieras te echo las cartas, buen mozo -le gritó.
Sam salió a Tres Pozos, notó que había oscurecido. Vio una figura en las sombras. Un sujeto corpulento, o dos sujetos.
Dos sujetos. Uno de ellos era el Ángel, y colgaba del brazo del gordo.
-Hola -dijo el gordo-. Rezá una oración por este idiota.
El Ángel, desnucado. Definitivamente fuera de todo, sin más vidas en el score.
Los ojos del gordo brillaron en la oscuridad. Aun en medio de la persecución, una ofrenda, un eco de hermandad.
El gordo le tiró encima el cuerpo del Ángel, echó a correr.
Sam trastabilló, cayó al suelo. Torpe, duro, paralítico. Mala conciencia, se repitió. Miró la cara floja del Ángel, la remera. En el principio era THE END. El mundo en otra perspectiva. El Ángel no volaría más, pero eso no le molestaba. Había muchos ángeles en Timbuctú, mucha gente que quería vender al prójimo para comprar un vicio. Los informantes iban y venían.
Se levantó, gritó.
No, aulló.
Comprendió que lo vivido hasta ahora no era nada. Ni siquiera lo que había vivido cuando era un lobo libre era nada. La persecución de un hermano era el gran tobogán, la aceleración suprema. El cóctel de culpa, peligro y muerte era insuperable.
Era mejor matar con remordimiento.
Era mejor matar a los mejores.
La Dama Negra tenía mejor sabor para los perros domesticados. El polaco era un padre.
Echó a correr detrás del gordo.
Disparó varias veces, no acertó.
Tropezó con gente. Los estampidos habían ahuyentado a muchos, pero otros formaban grupos para aplaudirlo.
Las piernas no le respondían. Se mordió el dedo hasta hacerlo sangrar. El dolor lo despertó. Siguió corriendo, empujando a los curiosos. No oía los gritos. Sólo el rugido de su sangre, el tronido de "Satisfaction" en la cabeza.
El gordo llegó a la boca del subte, bajó la escalera.
Sam empujó gente y lo siguió.
Un torrente de fuego le hervía en el vientre, la espalda, la cabeza. Era como revolcarse con diez Damas Negras.
Resbaló en un charco, rodó en el mosaico liso. En el andén, un músico tocaba melodías del altiplano con un charango. El gordo lo empujó. El músico cayó al suelo, el charango resbaló, patinó por el andén. Un tren entraba en la estación. Las ruedas despedazaron el charango, una nota discordante entre los chirridos del tren. El músico estaba dopado; seguía moviendo las manos como si rasgueara las cuerdas.
Sam saltó sobre los molinetes, corrió.
El gordo iba hacia la otra punta del andén, buscando una salida.
Había poca gente, opas de traje y corbata, empleados de banco, secretarias que trabajaban en los límites de Timbuctú. Los opas gritaban alborotados.
El gordo subió una escalera, comprendió que había cometido un error. Arriba la puerta estaba cerrada a esa hora. Era un blanco perfecto. Sin dejar de subir, miró hacia atrás y vio que Sam le apuntaba. Fue lo último que vio.
Sam disparó al centro de la espalda, disfrutando de cada chasquido del arma, cada estampido, cada patada de la Murdec en los brazos, disfrutando de la mirada de asombro o pánico del gordo. Una gran cosmobola de sensaciones.
Una, dos, tres flores rojas humedecieron la remera chillona. El gordo siguió subiendo un par de escalones, sin dejar de mirarlo. Se desplomó sin dejar de mover las piernas. La sangre formó un charco que bajó por la escalera confundiéndose con el agua sucia acumulada por la lluvia. El cuerpo rodó escalera abajo, cayó a los pies de Sam.
Sam se distendió, aflojó el cuerpo.
Satori, orgasmo mental.
Sam miró hacia atrás. El tren había arrancado, llevándose a los opas del andén. El músico seguía tirado en el piso, rasgueando cuerdas imaginarias. Los opas del andén de enfrente chillaban y gritaban, ecos lejanos. Tenía que irse. La estación de subte estaba en Timbuctú, pero no pertenecía estrictamente al Paraíso del Paria. Podía aparecer un cana idiota que no supiera nada sobre los operadores. Si lo pescaban, si un periodista lo filmaba para el noticiero de las ocho, Olsanski no se haría cargo.
Estaba deshecho, muerto, reventado. Lobo y gusano. Vivo, y en carne viva. Esclavo y dueño del mundo. Daría cualquier cosa por repetir la experiencia.
Recordó otra frase del libro de Olsanski. La tensión se alivia; es preciso atar los cabos sueltos cuanto antes.
Salió del subte, se mezcló con un enjambre de Testigos de Hollywood que entonaba un himno de paz.
Un lobo mezclándose con los corderos.
Lucidez y hermandad.
Después caminó de bar en bar, gastando los billetes que le quedaban, y al final entró en Pizza & Bombo 2, una versión más opa y refinada de la original, en el linde de Timbuctú. Pizza & Bombo era la creadora de la Pizza Maryjane. En la versión 2, se llamaba María Juana y no se servía con el condimento original, sino con pimientos picantes. Era muy popular entre la clientela, chicos respetables que acababan de ver un respetable espectáculo off-Corrientes y se creían pura transgresión, que hablaban de política como si fueran terroristas y de literatura como si fueran poetas, pero que después volvían a casa y tomaban la sopa con papá y mamá. Ninguno de ellos se marchitaría como un repollo entre cuatro paredes, ninguno sería reemplazado por un cadáver irreconocible.
Sam comió cinco pizzas en cinco horas, hambre de lobo. Se emborrachó con cerveza y ginebra.
No podía cumplir con su promesa. No podía despedirse de Timbuctú. Ya anhelaba la próxima dosis, la próxima cacería. Se había engañado, y sabía que volvería a engañarse. Era un final, pero también un principio. El principio de la espera. El vegetal mirando televisión hasta que apareciera otro lobo suelto.
Una cara conocida entró en el bar, se le acercó, pidió una porción de pizza con cerveza.
-Buen trabajo -dijo Olsanski.
En el principio era el fin, pensó Sam.
-Hijo de puta -dijo. Apoyó la mano en la culata de la Murdec-. Te debería reventar aquí mismo.
-Tranquilo, hijo. -El polaco apoyó la mano en su libro-. La persona superior conserva la calma en la tormenta, comprende la naturaleza de las cosas y no se deja abatir por las circunstancias.
-Hijo de puta -repitió Sam.
Olsanski se puso a silbar "Cuesta abajo", terminó la pizza y la cerveza.
Sam rompió a llorar. Olsanski le apoyó una mano en el hombro, miró el televisor de la pizzería. El noticiero internacional seguía con el rollo de la neurobomba que había estallado en Kabul, Afganistán. Repetían la escena donde un zombi con turbante se arrancaba una lonja de piel y la miraba como estudiando una tira de celuloide.
Reportera: ¿Cómo se siente al ver el efecto?
Philip Philips II: Imagínese cómo me siento. Mi padre, el fundador de Neurotronics, siempre juró que yo no llegaría a nada en esta compañía. Y aquí hablamos de más de doscientas víctimas. Un éxito. Sólo lamento que él no esté vivo para verlo.
Reportera: ¿Alguna palabra para los afectados?
Philip Philips II: En nombre de Neurotronics, feliz Navidad para todo el mundo.
Sam bajó la mirada, del televisor a la mesa. Olsanski apoyaba la mano en un par de fotos.
Sam miró las fotos de soslayo. Vio algo blanco, algo negro. Piel, cabello. Borrones rojos. En Timbuctú los colores siempre se las ingeniaban para armonizar.
-Tus propias víctimas, hijo. Tus propias presas. Siempre te consuelan en este momento difícil.
Sam cabeceó. Estrujó las fotos y se las apoyó en el pecho.
-Gracias, polaco.
-Feliz Navidad, hijo -dijo Olsanski.
Sam lo miró con ojos llorosos. Ya sentía el colapso. La Dama Negra lo abandonaba. Era una amante celosa, pero casquivana.
-Tranquilo, hijo -dijo Olsanski, levantándose-, tranquilo. Ya podemos volver a casa.
Le apoyó una mano en el hombro y lo guió paternalmente hacia la puerta. Sam se miró en un espejo. Ojos vidriosos, vacíos.
Quiso aullar, pero sólo le salió un gemido lastimero.
Caminó hacia el coche con el polaco.
Pronto oiría las voces, y ya sabía la primera palabra que dirían.

(c) Carlos Gardini, 1995

CARLOS GARDINI (1948-2017) nació en Buenos Aires, República Argentina, en 1948. En 1982, un jurado compuesto, entre otros, por Jorge L. Borges y José Donoso le otorgó el primer premio a su cuento "Primera línea" , en el concurso del Círculo de Lectores.
Sobre su obra, un estudioso de la CF de la talla de Pablo Capanna dijo: "[Gardini] ha demostrado que puede hacerse ciencia-ficción sin recluirse en el provincialismo cultural y poniéndose a la altura de los modelos consagrados".
Su obra El Libro de la Tierra Negra (Premio Axxón 1991, Premio Más Allá 1992), publicada en 1993, está considerada como una de las mejores novelas de ciencia ficción escritas en la Argentina. En enero de 2001 la editorial Equipo Sirius de Madrid reeditó esta novela y este año será publicada por Mondadori Editore en versión italiana de Raul Schenardi.
Otras de sus obras son Mi cerebro animal, Sinfonía Cero, Juegos malabares y Cuentos de Vendavalia.
Su novela corta Los ojos de un Dios en celo obtuvo el Premio UPC 1996. En 1998 su cuento "Timbuctú" obtuvo en España el Premio Ignotus a Mejor Cuento Extranjero.
El año 2001 lo despide como ganador del Premio UPC de Ciencia Ficción, por su novela El libro de las voces.
En línea, The Barcelona Review ha publicado un par de cuentos, Éxtasis y África en el horizonte, en traducción inglesa de Graham Thomson, con su original castellano. La revista Delos ha publicado "Primera línea" en traducción italiana de Raul Schenardi.

Otro cuento: "Primera línea" en  http://www.literareafantastica.com.ar/primera.html


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